miércoles, 6 de abril de 2016

Lotófagos digitales

Lotófagos digitales

Lo cuenta Homero en 'La Odisea'. Extraviadas las naves, arriban a una isla donde sus habitantes se alimentaban de una planta singular -el loto, «dulce como la miel»- que hace olvidar los recuerdos. Algunos navegantes lo probaron como agasajo de aquellos lotófagos y ya no quisieron volver a su patria. Instalados en la isla de la desmemoria, no recordaban que tenían en Ítaca familia a la espera y dejaba de tener sentido la 'odisea' de vuelta a casa. Sólo la determinación de Ulises logra llevarles de nuevo a rastras y entre lágrimas a las cóncavas naves. La enseñanza homérica inmediata es clara: olvidar es desentenderse de nuestro linaje y nuestras fuentes aguas arriba. También de algunos deberes. Y supone, además, la abolición de cualquier viaje posible. Pero hay otra lección menos evidente: la amnesia implica a su vez quedar desposeído de casa, de domicilio conocido, y vivir a la intemperie fuera de la 'polis'. Homero sabía muy bien que la diosa de la memoria, Mnemósine, era la madre de las Musas que hacían este mundo humano algo más vivible. Al respecto añade Hesíodo que los reyes y poetas podían hablar con autoridad por su posesión de Mnemósine, esto es, por su «saber recordado». Sin la memoria no habría habla posible salvo la del bárbaro que es «el-que-balbucea» ('barbaroi'). Y cuya algarabía trae la barbarie, como comprobamos ahora en los gritos suicidas del yihadista que preceden al detonar de sus bombas.

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